Algunas ideas…

¡Encendiendo nuestra luz!

Cada conciencia emite su propia luz con unos matices únicos que, guardando cierta semejanza con las otras conciencias que le acompañan en este viaje por la vida, querrá explorar y desarrollar observando los límites del respeto y el espacio necesario para que otros seres hagan su propio desarrollo. ¡Hay lugar para todos!

En esta web ponemos a disposición de la gente principios, herramientas y medios que les ayudan -o favorecen- a la hora de tomar decisiones basadas en la propia voluntad. Dicha voluntad nace en nuestro interior y a ese mecanismo lo llamamos ‘conciencia’. La R.A.E. (en el año 2022), en sus dos primeras acepciones dice lo siguiente: «Conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios. Sentido moral o ético propios de una persona. (Ejemplo: ‘Son gentes sin conciencia’)».

A veces, por extensión, a ese lugar de nuestro ser, en el cual se aloja la voluntad, también se le llama figurativamente ‘corazón’ y allí, en nuestro admirado y respetado ‘corazón’, también fueron depositadas otras maravillosas cualidades tales como: la consciencia, la lógica y el cálculo, la sensibilidad y la empatía, la imaginación y la creatividad, la emoción y el sentimiento (amor, felicidad, euforia, esperanza, motivación, pasión, satisfacción, diversión, bienestar y entusiasmo). En nuestro proyecto ‘conciencia consciente’ tenemos la esperanza de que todos los seres sintientes se desarrollen en completa armonía y equilibrio según su esencia y propósito.

La consciencia

Cuando manejamos el vocablo ‘consciencia’, lo hacemos de acuerdo con las acepciones 3, 4, 5 y 6 de la R.A.E. (2022)

  1. f. Conocimiento espontáneo y más o menos vago de una realidad. No tenía conciencia de haber ofendido a nadie.
  2. f. Conocimiento claro y reflexivo de la realidad. Aquí hay poca conciencia ecológica.
  3. f. consciencia (‖ capacidad de reconocer la realidad circundante). Por fin recobró la conciencia.
  4. f. Fil. Actividad mental del propio sujeto que permite sentirse presente en el mundo y en la realidad.

La salud

La expresión en latín clásico, cuya traducción es ‘una mente sana en un cuerpo sano’ fue extraída de uno de los poemas satíricos escritos por el autor romano Décimo Junio Juvenal, entre los siglos I y II d.C. El texto completo dice que “debemos orar por una mente sana en un cuerpo sano”. No hay que olvidar que el mantenimiento de una mente sana también requiere el cuidado emocional y sentimental.

La intuición

“No permitas que el ruido de las opiniones ajenas silencie tu voz interior. Y, lo que es más importante, ten el coraje de hacer lo que te dicten tu corazón y tu intuición. De algún modo, ya sabes aquello en lo que realmente quieres convertirte.” (Daniel Goleman)

La libertad

“La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Sí o No.” (Fernando Savater)

La ley interior

“Porque cuando los incrédulos que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, estos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Él Altísimo juzgará los secretos de los hombres” (Romanos 2:14-16)

La convivencia

Todos somos iguales ante esa ley interior que yace en nuestra conciencia; algunos la llaman ‘ley natural’. Ninguna ley humana está por encima de la ley de la conciencia. Las leyes internacionales asisten este derecho inalienable: ‘la objeción de conciencia’ a la hora de no aceptar normas o leyes impuestas por decreto por las autoridades gubernamentales.

Compasión

Parábola del buen samaritano

25 En esto se presentó un experto en la ley y, para poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta:

—Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?

26 Jesús replicó:

—¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú?

27 Como respuesta el hombre citó:

—“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”,[a] y: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.[b]

28 —Bien contestado —le dijo Jesús—. Haz eso y vivirás.

29 Pero él quería justificarse, así que le preguntó a Jesús:

—¿Y quién es mi prójimo?

30 Jesús respondió:

—Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. 32 Así también llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y siguió de largo. 33 Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. 34 Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. 35 Al día siguiente, sacó dos monedas de plata[c] y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”. 36 ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?

37 —El que se compadeció de él —contestó el experto en la ley.

—Anda entonces y haz tú lo mismo —concluyó Jesús.